lunes, 15 de octubre de 2012

Enigma en el siglo XLI

No se si os ha pasado, pero encuentro que a lo largo de los años de formación en nuestro, esquemático, encorsetado y constrictivo sistema educativo, hay textos que son recurrentes. Aparecen una y otra vez, en años diferentes y en diferentes asignaturas, cosas que pasan. A mi se me presenta año tras años el siguiente texto de David Macaulay. Una “sutil” crítica a la arqueología colonial, autocrítica historiográfica podríamos llamarla, una muestra de humor arqueológico… si es que los historiadores son una fiesta.


 "ENIGMA EN EL SIGLO XLI" 

  Corre el año 4022, y un intrépido arqueólogo acaba de descubrir las ruinas de un motel del siglo XX. He aquí sus asombrosas- y totalmente erróneas- conclusiones acerca de una civilización 
“perdida”. 

 Varios cataclismos extinguieron toda forma de vida en el continente de América del Norte en 1985. La mañana del 29 de noviembre, una reducción accidental de las tarifas postales enterró a los norteamericanos bajo toneladas de folletos. Aquella misma tarde, las impurezas del aire sucumbieron ante la fuerza de la gravedad y cayeron sobre la población. En menos de un día, había muerto la civilización más avanzada de la época.

Aquellas dos capas de contaminantes, pollutantus literati y pollutantus gravitas, que cubrieron el continente, adquirieron la solidez de la roca y sepultaron por completo la civilización existente. Cómo vivía aquella gente fascinante constituyó un enigma hasta hace cuarenta años, cuando se filtró la información acerca del asombroso descubrimiento de Howard Carson en el Motel de los Misterios, en la zona llamada entonces de los Estados Unidos.

El año 4022, Carsón se inscribió en el 116 Maratón Transcontinental en Memoria de la Catástrofe Norteamericana. Durante la prueba, quedó rezagado y se encontró en un abandonado lugar de excavaciones. El suelo cedió bajo sus pies y cayó a un pozo, frente a la entrada de una tumba.

La luz exterior incidia sobre el pomo de una puerta de la tumba. Carson descubrió que aún estaba en su lugar el sello sagrado que se colocaba sobre la puerta del mausoleo. Estupefacto, se dio cuenta de que estaba en el umbral de la historia. Por fin iban a ser descubiertas las ceremonias de enterramiento en la Norteamérica de finales del siglo XX.

Carson y un grupo de voluntarios entraron en la tumba. Por todas partes relucía el brillo del plástico.
-          ¿ves algo Howard? – le preguntaron sus compañeros.
-          Si – respondió- ¡Cosas maravillosas!

Así comenzó Carson un trabajo, que duró siete años, de extracción e inventario de los tesoros de la Tumba 26. En la Cámara Exterior todo miraba al magnífico Gran Altar (Nº1), incluido el cuerpo del fallecido, que aun yacía tendido en la Plataforma Ceremonial (Nº4). En su mano se encontraba el Comunicador Sagrado (Nº3). A juzgar por las marcas existentes en el altar superior, la comunicación se establecía con golpes dados en su superficie. Debajo de la cara de Cristal del Altar superior se advertían cierto número de espacios sellados para las ofrendas.


Esparcidas por la cámara  había gran variedad de prendas de vestir, que incluían un pectoral ceremonial (Nº2) y dos pares de zapatos, uno de ellos finamente adornado (Nº5). Sobre el altar y alrededor de la plataforma se encontraban varios recipientes que en su día contuvieron líquidos para libaciones y ofrendas (Nº7). Junto a la plataforma había una estatua de la deidad VATIO (Nº9), que representaba la compañía eterna y el esclarecimiento.

El artículo más importante era quizá el llamado HIELO (Nª10). Este contenedor estaba destinado a conservar eternamente los órganos internos más importantes del difunto. El techo (Nº8) estaba cubierto de mosaicos con perforaciones paralelas, con color añadido mediante la aplicación de la ocasional marca de agua.

Consciente de que los dos pares de zapatos daban a entender una inhumación doble, y habiendo encontrado solamente un cuerpo, Carson inició la búsqueda de otra cámara, y descubrió la Cámara Interior.

Aunque parecía imposible, los objetos  de la Cámara Interior eran más deslumbrantes que los ya descubiertos. Como Carson preveía, había un segundo cuerpo que parecía haber sido enterrado con más ceremonial que el primero. Con un Tocado de Ceremonia (Nº8), había sido colocado en un sarcófago pulimentado (Nº9), que había sido sellado tras una cortina traslúcida (Nª10). El tocado sigue siendo un ejemplo inigualable de elaboración del plasticus flexible. Cada disco de color estaba aplicado a mano, formando un diseño tan complejo que los estudiosos siguen sin poder interpretarlo.


Las proporciones del sarcófago impedían que el cuerpo se deslizara hasta un posición reclinada. Las posturas similares de los dos cuerpos llevaron a Carson a la conclusión de que la correcta posición de enterramiento era con la barbilla descansando sobre el pecho.

De la pared frente al difunto sobresalían dos trompetas de agua, la superior situada metro y medio por encima de la otra. Parte de la música requerida durante la ceremonia final la producía el agua a presión que , procedente del manantial sagrado, salía por las trompetas y desaparecía a través de un pequeño agujero en el fondo del sarcófago. Otra música procedía de la Caja de Música (Nº6), situada sobre la Urna Sagrada (Nº2). Los artículos Nº1 y Nº4 se utilizaban en la preparación del cuerpo para su viaje final, y el Nº5 era el Pergamino Sagrado, cuyos pedazos se colocaban periódicamente en la urna durante la ceremonia anterior al sellado final de la tumba.

El cabezal, que llevaba impreso el canto ceremonial, y el Collar Sagrado (sin numerar, pero dibujado más adelante) estaban aún sobre la Urna Sagrada a la que habían sido fijados al termino de la ceremonia. El cabezal se llevaba principalmente para mantener el Collar Sagrado en su lugar. Los expertos dicen que el collar data del 1979 de la era cristiana, lo que le convierto en uno de los collares más primitivos descubiertos hasta ahora.

La emoción de aquellos primeros días dio gradualmente paso al penoso trabajo de catalogar cada objeto encontrado en la tumba. Se difundió la noticia de la importancia del hallazgo, y jóvenes arqueólogos, científicos e historiadores acudieron a trabajar como voluntarios. Con toda la ayuda extra, el trabajo en la Tumba 26 finalizó hacia finales de la tercera temporada y, a continuación, se hicieron planes para comenzar a excavar las zonas circundantes.



Lentamente, comenzó a surgir del suelo un vasto complejo funerario. Las tumbas se alineaban a ambos lados de un corredor. La mayor y más suntuosa sala era el santuario comunitario, con un altar cubierto por lo que llamaban “formica”. Detrás del altar se encontraba varias hileras de ranuras idénticas, cada una de las cuales correspondía a una tumba. En las ranuras familiares y amigos del difunto depositaban sus ofrendas. Antes de la inhumación, cada cuerpo se lavaba en una piscina llena de agua del Manantial Sagrado. Rodeando el complejo había una gran zona, con esculturas de metal, libremente interpretadas, de animales y pájaros que ellos llamaban Chevrolet, Ford, Cadillac.




Una de las ayudantes de Carson sirve de modelo para lucir el Collar Sagrado y el Cabezal a juego. También lleva puestos los pendientes de plasticus.




El sistema Bell. Este instrumento de percusión, extraordinariamente complejo, se tocaba sosteniendo la mitad del instrumento con cada mano y entrechocándolas de forma rítmica, lo que hacía sonar un pequeño timbre.


La planta que no muerte (fragmento) Esta planta, desarrollada en la antigüedad para la vida eterna, crecía mediante un proceso biológico denominado plasticus petrificus.

Juego de Café. Su diseño se basa en la forma de la Urna Sagrada. Las tazas son de porcelana y la cafetera de plata.

El Sello Sagrado. Hecho de plasticus eternicus, se colocaba sobre el picaporte de la gran puerta exterior por los funcionarios de la necrópolis, y estaba destinado a proteger eternamente al difunto.

 El colgante Sagrado. Esta joya fue encontrada en un agujero del sarcófago. El colgante, de goma, esta unido a una cadena plateada.

Epilogo: Howard Carson Murió a manos de un colaborador desequilibrado. Muchos atribuyen su muerte a una maldición que rodea la Tumba 26. a causa de una serie de muertes tras las visitas a la Cámara Interior, el Departamento de Antigüedades Yanquis ordenó la clausura de la tumba en el año 4046.